jueves, 12 de febrero de 2015

Quiero que seas mío, primer capítulo, segunda parte.


Después de un tiempo difícil en lo personal, he vuelto con la intensión de compartir un poco más en mis blogs y pasar un poco más por acá. Agradezco a algunas chicas que se han puesto en contacto conmigo preguntándome sobre la segunda parte de "Quiero que seas mío" y para complacer un poquito aquí les regalo ese capítulo que continúa. Quiero compartirles que esa primera parte fue como una prueba y para colmo la puse por error en amazon cuando era inexperta pero me alegra que les haya gustado y quieran saber más, ¿Recuerdan esa historia? ¿Recuerdan que la trama envuelve a un empresario italiano de vinos toscanos y a una mujer que no es lo que aparenta? ¿Recuerdan cómo quedó? Pues así continuará.




Intenté ignorar a Damián y concentrarme en mi “labor” buscaba provocarme y ésta vez no quería darle gusto, eso lo alimentaba y lo hacía más fuerte, eso hacía que mantuviera en alto voltaje su poder sobre mí.
—Eloísa querida, sabes que no podrás con esto ¿Por qué no dejas de jugar a la empleada estrella y actúas como realmente eres?
Miré la computadora y mordí mis labios, odiaba la tecnología y no quería ni siquiera tocarla, llevé mis manos al teclado e intenté tocarlo, suspiré añorando otra época en la que nada de estas cosas existía.
—¿Ves como ni siquiera puedes con una simple máquina? —insistió en fastidiar—. Por favor niña ubícate, esto no es para ti.
—Esto no va a detenerme —dije firmemente—. Una estúpida máquina no se va a interponer entre él y yo.
Cerré mis ojos y comencé mi meditación, mi trance, mi concentración, utilizando mis poderes adiviné como manejarla sin ningún manual, la provocación de Damián y mi deseo por callarle la boca me dio la fuerza.
—Eloísa deja de hacer trampa ¿Por qué mejor no te tomas un cursito para aprender computación como lo hacen todos los demás humanos eh? Si quieres aparentar ser una al menos compórtate como tal y no uses tus poderes.
Abrí mis ojos y busque el botón en el CPU para encenderla, al momento se activó, al encender la pantalla me pidió una contraseña.
—¡Diablos! —exclamé molesta.
Damián se rió a carcajadas al escucharme, su presencia era un fastidio.
—Creo que una “estúpida máquina” como la llamas si puede interponerse entre lo que eres y tu supuesto amor. Podría darte la clave pero… creo que eso sería algo “sobrenatural” que asustaría a cualquier humano, si tú no la tienes es porque no te la han dicho y si la “adivinas” te creerán bruja dime ¿Qué quieres que haga?
Sentía la sangre hervir, Damián estaba logrando lo que se proponía y su provocación estaba dando frutos, miré la máquina fijamente y apreté los puños, no estaba molesta, estaba furiosa y deseaba…
—Oh Eloísa, eres tan impulsiva —insistía jugando con su bastón—. Sabía que no soportarías eso.
El CPU comenzó a humear como si se hubiera sobrecalentado y al momento el monitor se apagó, unas cuantas chispas delataron lo que pasó, resoplé y me recliné en mi silla mientras Damián se reía a carcajadas como si estuviera viendo la más cómica película, me limité a intentar controlarme, por fortuna la secretaría del signore llegaba.
—¡Oh por Dios! ¿Qué pasó? —corrió hacia mí.
—No lo sé —fingí miedo—. Sólo encendí la máquina y al momento echó humo y se apagó, creo que se quemó.
—¡Qué barbaridad! Pero quítate de ahí —me levantó y me sacó de mi escritorio alejándome del él—. Eso debe de ser una bomba de tiempo, podría explotar, eso es extraño e imposible, todas las máquinas están nuevas, no podía pasar eso, voy a llamar a mantenimiento y a poner en conocimiento al señor Di Gennaro de esto, con seguridad se va a molestar.
—No por favor no le digas que fue mi culpa —demostraba muy bien mis dotes de actriz—. Va despedirme por esto y necesito el trabajo.
—Tranquila no va a despedirte por eso, no ha sido tu culpa —tocó la puerta y entró.
Exhalé con fastidio, esto de fingir ser una mujer normal con todos sus defectos no me hacía gracia pero al menos algo bueno iba a salir de esto y no me equivoqué. Giré mi vista al sillón y Damián se había ido, agradecí eso.
—¿Cómo ha sido eso? —preguntó Giulio cuando salía de su oficina muy molesto.
—No lo sé señor, pero Eloísa estaba muy asustada —la secretaria corría detrás de él.
—¿Qué pasó? —me preguntó mirándome seriamente.
—No lo sé signore —bajé la cabeza—. El aparato encendió bien, incluso me pidió la contraseña que obviamente no tenía pero al momento el CPU comenzó a humear y lanzando chispas todo se apagó.
—Esto es el colmo —se acercó a ver la máquina, todavía humeaba—. Dayana llame a mantenimiento y que ellos a su vez se pongan en contacto con la empresa donde se compraron las máquinas, seguramente vino una con defecto y era esta, es urgente que instalen otra y que hagan valer las garantías.
—Enseguida señor —la mujer asintió y se apresuró a su escritorio.
Giulio no dejaba de ver la máquina, se inclinó para estudiarla y yo para estudiarlo a él, su ceño fruncido, la manera en como sujetaba su cabello, en como inhalaba y exhalaba y cada movimiento de sus labios, cara y cuerpo sentía que me debilitaba ante él, me desconocía.
—Por los momentos no hay nada más que hacer —se puso de pie de nuevo exhalando resignado—. El problema es que necesitamos avanzar, venga a mi oficina, usted avanzará en mi máquina y yo lo haré en mi portátil, todo debe de estar listo antes de las once, además tenemos un almuerzo con unos inversionistas.
Lo miré desconcertada, la sonrisa se me borró de la cara.
—Sí, sí me escuchó bien, usted deberá acompañarme al almuerzo.
—Signore, no… ¿Es necesario?
Me miró incrédulo.
—¿Le pasa algo?
Negué bajando la cabeza de nuevo.
—No es un almuerzo social, se trata de trabajo y la necesito porque hay un alemán y un japonés entre ellos.
Exhalé.
—¿Vamos a mi oficina? —me invitó a pasar primero.
Asentí, tomé mi bolso, las carpetas y lo acompañé como quiso, al menos estaría toda la mañana junto a él de cierta manera y eso me satisfacía, sabía que con lo sucedido a la máquina podía sacar el mejor provecho, acercarme más a él.