Después de un tiempo difícil en lo personal, he vuelto con la intensión de compartir un poco más en mis blogs y pasar un poco más por acá. Agradezco a algunas chicas que se han puesto en contacto conmigo preguntándome sobre la segunda parte de "Quiero que seas mío" y para complacer un poquito aquí les regalo ese capítulo que continúa. Quiero compartirles que esa primera parte fue como una prueba y para colmo la puse por error en amazon cuando era inexperta pero me alegra que les haya gustado y quieran saber más, ¿Recuerdan esa historia? ¿Recuerdan que la trama envuelve a un empresario italiano de vinos toscanos y a una mujer que no es lo que aparenta? ¿Recuerdan cómo quedó? Pues así continuará.
Intenté ignorar a Damián y concentrarme
en mi “labor” buscaba provocarme y ésta vez no quería darle gusto, eso lo
alimentaba y lo hacía más fuerte, eso hacía que mantuviera en alto voltaje su
poder sobre mí.
—Eloísa querida, sabes que no podrás
con esto ¿Por qué no dejas de jugar a la empleada estrella y actúas como
realmente eres?
Miré la computadora y mordí mis labios,
odiaba la tecnología y no quería ni siquiera tocarla, llevé mis manos al
teclado e intenté tocarlo, suspiré añorando otra época en la que nada de estas
cosas existía.
—¿Ves como ni siquiera puedes con una
simple máquina? —insistió en fastidiar—. Por favor niña ubícate, esto no es
para ti.
—Esto no va a detenerme —dije
firmemente—. Una estúpida máquina no se va a interponer entre él y yo.
Cerré mis ojos y comencé mi meditación,
mi trance, mi concentración, utilizando mis poderes adiviné como manejarla sin
ningún manual, la provocación de Damián y mi deseo por callarle la boca me dio
la fuerza.
—Eloísa deja de hacer trampa ¿Por qué
mejor no te tomas un cursito para aprender computación como lo hacen todos los
demás humanos eh? Si quieres aparentar ser una al menos compórtate como tal y
no uses tus poderes.
Abrí mis ojos y busque el botón en el
CPU para encenderla, al momento se activó, al encender la pantalla me pidió una
contraseña.
—¡Diablos! —exclamé molesta.
Damián se rió a carcajadas al
escucharme, su presencia era un fastidio.
—Creo que una “estúpida máquina” como
la llamas si puede interponerse entre lo que eres y tu supuesto amor. Podría
darte la clave pero… creo que eso sería algo “sobrenatural” que asustaría a
cualquier humano, si tú no la tienes es porque no te la han dicho y si la
“adivinas” te creerán bruja dime ¿Qué quieres que haga?
Sentía la sangre hervir, Damián estaba
logrando lo que se proponía y su provocación estaba dando frutos, miré la
máquina fijamente y apreté los puños, no estaba molesta, estaba furiosa y
deseaba…
—Oh Eloísa, eres tan impulsiva
—insistía jugando con su bastón—. Sabía que no soportarías eso.
El CPU comenzó a humear como si se
hubiera sobrecalentado y al momento el monitor se apagó, unas cuantas chispas
delataron lo que pasó, resoplé y me recliné en mi silla mientras Damián se reía
a carcajadas como si estuviera viendo la más cómica película, me limité a
intentar controlarme, por fortuna la secretaría del signore llegaba.
—¡Oh por Dios! ¿Qué pasó? —corrió hacia
mí.
—No lo sé —fingí miedo—. Sólo encendí
la máquina y al momento echó humo y se apagó, creo que se quemó.
—¡Qué barbaridad! Pero quítate de ahí
—me levantó y me sacó de mi escritorio alejándome del él—. Eso debe de ser una
bomba de tiempo, podría explotar, eso es extraño e imposible, todas las
máquinas están nuevas, no podía pasar eso, voy a llamar a mantenimiento y a
poner en conocimiento al señor Di Gennaro de esto, con seguridad se va a
molestar.
—No por favor no le digas que fue mi
culpa —demostraba muy bien mis dotes de actriz—. Va despedirme por esto y necesito
el trabajo.
—Tranquila no va a despedirte por eso,
no ha sido tu culpa —tocó la puerta y entró.
Exhalé con fastidio, esto de fingir ser
una mujer normal con todos sus defectos no me hacía gracia pero al menos algo
bueno iba a salir de esto y no me equivoqué. Giré mi vista al sillón y Damián
se había ido, agradecí eso.
—¿Cómo ha sido eso? —preguntó Giulio
cuando salía de su oficina muy molesto.
—No lo sé señor, pero Eloísa estaba muy
asustada —la secretaria corría detrás de él.
—¿Qué pasó? —me preguntó mirándome
seriamente.
—No lo sé signore —bajé la cabeza—. El
aparato encendió bien, incluso me pidió la contraseña que obviamente no tenía
pero al momento el CPU comenzó a humear y lanzando chispas todo se apagó.
—Esto es el colmo —se acercó a ver la
máquina, todavía humeaba—. Dayana llame a mantenimiento y que ellos a su vez se
pongan en contacto con la empresa donde se compraron las máquinas, seguramente
vino una con defecto y era esta, es urgente que instalen otra y que hagan valer
las garantías.
—Enseguida señor —la mujer asintió y se
apresuró a su escritorio.
Giulio no dejaba de ver la máquina, se
inclinó para estudiarla y yo para estudiarlo a él, su ceño fruncido, la manera
en como sujetaba su cabello, en como inhalaba y exhalaba y cada movimiento de
sus labios, cara y cuerpo sentía que me debilitaba ante él, me desconocía.
—Por los momentos no hay nada más que
hacer —se puso de pie de nuevo exhalando resignado—. El problema es que
necesitamos avanzar, venga a mi oficina, usted avanzará en mi máquina y yo lo
haré en mi portátil, todo debe de estar listo antes de las once, además tenemos
un almuerzo con unos inversionistas.
Lo miré desconcertada, la sonrisa se me
borró de la cara.
—Sí, sí me escuchó bien, usted deberá
acompañarme al almuerzo.
—Signore, no… ¿Es necesario?
Me miró incrédulo.
—¿Le pasa algo?
Negué bajando la cabeza de nuevo.
—No es un almuerzo social, se trata de
trabajo y la necesito porque hay un alemán y un japonés entre ellos.
Exhalé.
—¿Vamos a mi oficina? —me invitó a
pasar primero.
Asentí, tomé mi bolso, las carpetas y
lo acompañé como quiso, al menos estaría toda la mañana junto a él de cierta
manera y eso me satisfacía, sabía que con lo sucedido a la máquina podía sacar
el mejor provecho, acercarme más a él.
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